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domingo, 6 de septiembre de 2009

Depresión canina

El Tiene la Depre…. ¿Y Usted la Culpa? La depresión es un mal que no hay que tomarlo a broma; puede ser el comienzo de un calvario que, no lo dude, sufrirá la familia al completo.
Fíjese, en el reparto de esta historia, el perro Baster tomó, durante algún tiempo, el papel protagonista. Al principio todo marchó sobre ruedas; Baster no tardó en ganarse el cariño de la familia, y en especial el de los niños, pero el problema surgió cuando el cachorrito se hizo adulto y perdió su atractivo. Poco a poco, Baster dejó de ser el favorito y se convirtió en un objeto que no merecía atención. Los niños se habían convertido en adolescentes caprichosos, preocupados por el teléfono y por los pantalones de marca. Ya no había peleas por sacarle a pasear, y menos aún por jugar con él.
El pobre animal acusó la falta de atención, o al menos ésta infeliz, en definitiva, la única explicación que más tarde nos daría el psicólogo canino, cuando diagnosticó a Baster su depresión.
Los síntomas eran muy claros: apatía, somnolencia, decaimiento, excitación…, y como telón de fondo, un estado de abatimiento permanente; el cuadro depresivo alarmó de tal manera a sus dueños que hicieron todo lo posible por sacar a Baster de aquel “agujero”; una vez dejado el caso en manos del especialista, y… a las dos semanas, Baser recuperó su buen humor.
Casos aparte, lo importante es ser conscientes de que los perros son proclives a padecer una enfermedad de esta categoría, y que sus dueños pueden ser los responsables. A ellos corresponde, también, poner fin a la enfermedad.
¿Quién es responsable?
La definición que nos aporta el Diccionario para el término “depresión”: Estado patológico con disminución general de toda la actividad psíquica, afectando especialmente al componente afectivo, es aplicable al perro; la única diferencia con la afección que sufrimos los humanos viene dada, primero, por la falta de experiencia en la terapéutica animal, y segundo, porque no debemos olvidar que al perro no se le puede tumbar en un diván y pedirle que nos hable del motivo de su mal.

En cualquier caso, los expertos han desarrollado la teoría de la receptividad sensitiva para comprender, dentro de lo posible, las causas que llevan al animal hacia la depresión. Según Borsu Afshari, veterinario especialista en psicología animal: “Esta teoría explica que una gran parte de las depresiones caninas tiene mucho que ver con los amos. Si no le prestan atención y le relegan a un segundo plano, el perro se sentir rechazado, no admitido en su núcleo familiar y, como consecuencia, entrar en crisis.
De todos modos, para comprenderlo un poco mejor, es importante distinguir dos tipos de depresiones: endógena y exógena.
La primera se caracteriza por la ausencia aparente de motivaciones externas; es decir, su origen es genético o, si se prefiere, hereditario.
La segunda es consecuencia directa del entorno y puede estar motivada por múltiples causas.
A la hora de encontrar soluciones, también hay que hacer diferencias, puesto que la depresión endógena, al no tener su origen en el exterior, es bastante más difícil de curar. La exógena si dispone de tratamientos concretos que permiten una rápida solución. De hecho, las terapias no suelen durar más de dos o tres semanas, con resultados excelentes.
Ojo a Estos Casos:
¿Dónde está mi humano?: La ausencia del amo provoca, en ocasiones, inestabilidad emocional y, en muchos casos, estrés. Como consecuencia, el perro a entrar en un estado de agitación que le agotará.
Me cansa estar solo: Cuando un animal permanece mucho tiempo en una residencia para perros, es probable que sufra estrés, con el agotamiento psíquico que este mal conlleva. Al regresar a su casa, está demasiado agotado como para mostrar alegría. En ocasiones, los amos creen que se está vengando de ellos por dejarle solo, cuando sólo se trata de una consecuencia lógica de estrés. Cuando los síntomas perduran, puede llegar la depresión.
Mi humano ha muerto: La desaparición repentina del amo y la seguridad de que éste no va a volver conduce a una depresión más o menos grave.
Me han quitado el rabo: La alteración psicológica provocada por la amputación del rabo o de las orejas pueda provocar una depresión, sobre todo en animales adultos.



No me pegues más: Los perros que sufren malos tratos se caracterizan por un abatimiento constante, mirada inexpresiva, relajación muscular de las facciones de la cara, actitud de miedo, e incluso comportamientos neuróticos.
A esta chica no le gusto: Es decir, una hembra canina no le ha hecho caso. En estas situaciones, la depresión es muy probable y es consecuencia de una privación: el animal no puede entender un rechazo sexual que frustra sus apetencias.
Me han robado el puesto: Cuando un nuevo inquilino llega al hogar (bebés, otra mascota…), el perro puede sentir celos y entrar en crisis.
Soy el rey: Una vida carnada de innecesarias atenciones le puede convertirle en un animal física y psíquicamente débil.




Ya estoy viejo: Cuando un perro llega a la vejez, ve mermadas sus posibilidades (pesadez, torpeza en sus movimientos, pérdida de visión…), lo que puede ocasionarle una crisis depresiva.
¿..Pero no estoy embarazada?: Un falso estado de buena esperanza puede desembocar en una fuerte alteración psicológica al finalizar el supuesto periodo de gestación; los tan deseados cachorros no llegan, y la hembra sufre un shock emocional.
Primer ciclo menstrual: La falta de raciocinio de la perra le impide comprender lo que está ocurriendo, la reacción ser de aislamiento e inapetencia, pudiendo desembocar estos factores en una depresión.
Atención a los Síntomas
De todos modos, no hay que alarmarse, y bajo ningún concepto llevarse la manos a la cabeza si el perro despierta, un buen día, con el ánimo por los suelos.
Las formas de exteriorizar la enfermedad, independientemente de su origen, son similares en todos los casos: apatía general, falta de respuesta ante estímulos gratificantes, somnolencia, inapetencia, sed excesiva, etc. Esto no quiere decir que los síntomas no puedan variar de un ejemplar a otro.
Según Ignacio Siena, especialista en psicología animal: “En las depresiones no existen razas, sino individuos. Cuanto más hipersensible es el animal, más riesgo hay de padecer la enfermedad”.
Ahora bien, si nos anteponemos a las estadísticas, los Terrier, los perros mestizos y, en general, los ejemplares adquiridos en albergues caninos (cuyo origen se desconoce), son los más proclives a padecerla; así mismo, estos datos aseguran que las hembras son más propensas que los machos a la enfermedad, en una proporción de tres a uno.
Soluciones, No milagros
Ante la sospecha de que el perro puede estar cayendo en una crisis depresiva, lo recomendable será acudir a un especialista. Es importante señalar que más de un amo ha acudido con su perro a la consulta del psicólogo esperando que, al día siguiente, su peludo amigo se soltara la melena y le premiara con un zapateado. No se trata de esperar milagros, pero si de ayudar al perro a buscar una solución para recuperar su equilibrio emocional. Según Eugenio Velilla: “Para lograr un buen diagnóstico, es absolutamente necesario que el especialista observe al perro en su entorno habitual. Por lo general, se efectúan dos visitas de unos noventa minutos de duración. Después se pide la colaboración de la familia para iniciar el tratamiento oportuno”.
De hecho, la depresión en los perros es muy fácil de solucionar si se dispone de los medios adecuados. No suele ser necesaria la administración de fármacos, ya que las depresiones suelen ser estados transitorios, con la ventaja de que, frente a las humanas, las caninas carecen de contenido cognitivo (capacidad de pensamiento).
En cualquier caso, los mejores “antídotos” contra la depresión son:



Mantener vivo el contacto con el perro y la actividad, Ambos factores favorecen el equilibrio psíquico del animal. No obstante, si no se le puede dedicar todo el tiempo deseado, convendrá ayudarle a sobrellevar la soledad estimulándole con música durante las ausencias, y nada más fácil que dejar la radio o la televisión encendida para que se entretenga. De todos modos, no hay que olvidar que cualquier perro prefiere el afecto, la relación directa con su propietario y la seguridad de su líder, a la libertad de vivir bajo su indiferencia o, lo que es lo mismo, al inmutismo afectivo.
Las Depresiones Son Amigas de…
Situaciones de aburrimiento: Sin nada con qué estimular al perro, la inactividad mental puede desencadenar en un estado de apatía y letargo psicológico.
Reclusiones solitarias: El ladrido, si es especialmente rítmico, es una de las manifestaciones más comunes de la frustración.
Familias desorganizadas: Ante un desorden doméstico, no es recomendable la compañía canina; la ausencia de hábitos en la vida del perro, además de producirle un desajuste funcional, podría provocar un desastre psicológico.
Ansias de compañía: Los perros llegarán a alterar su comportamiento si se les deja solos demasiado tiempo, incluso desarrollando comportamientos neuróticos.
Falta de afecto: Una disminución en la dosis de afectividad será, sin duda, traumática para cualquier perro.




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