No me pegues más: Los perros que sufren malos tratos se caracterizan por un abatimiento constante, mirada inexpresiva, relajación muscular de las facciones de la cara, actitud de miedo, e incluso comportamientos neuróticos.
A esta chica no le gusto: Es decir, una hembra canina no le ha hecho caso. En estas situaciones, la depresión es muy probable y es consecuencia de una privación: el animal no puede entender un rechazo sexual que frustra sus apetencias.
Me han robado el puesto: Cuando un nuevo inquilino llega al hogar (bebés, otra mascota…), el perro puede sentir celos y entrar en crisis.
Soy el rey: Una vida carnada de innecesarias atenciones le puede convertirle en un animal física y psíquicamente débil.

Ya estoy viejo: Cuando un perro llega a la vejez, ve mermadas sus posibilidades (pesadez, torpeza en sus movimientos, pérdida de visión…), lo que puede ocasionarle una crisis depresiva.
¿..Pero no estoy embarazada?: Un falso estado de buena esperanza puede desembocar en una fuerte alteración psicológica al finalizar el supuesto periodo de gestación; los tan deseados cachorros no llegan, y la hembra sufre un shock emocional.
Primer ciclo menstrual: La falta de raciocinio de la perra le impide comprender lo que está ocurriendo, la reacción ser de aislamiento e inapetencia, pudiendo desembocar estos factores en una depresión.
Atención a los Síntomas
De todos modos, no hay que alarmarse, y bajo ningún concepto llevarse la manos a la cabeza si el perro despierta, un buen día, con el ánimo por los suelos.
Las formas de exteriorizar la enfermedad, independientemente de su origen, son similares en todos los casos: apatía general, falta de respuesta ante estímulos gratificantes, somnolencia, inapetencia, sed excesiva, etc. Esto no quiere decir que los síntomas no puedan variar de un ejemplar a otro.
Según Ignacio Siena, especialista en psicología animal: “En las depresiones no existen razas, sino individuos. Cuanto más hipersensible es el animal, más riesgo hay de padecer la enfermedad”.
Ahora bien, si nos anteponemos a las estadísticas, los Terrier, los perros mestizos y, en general, los ejemplares adquiridos en albergues caninos (cuyo origen se desconoce), son los más proclives a padecerla; así mismo, estos datos aseguran que las hembras son más propensas que los machos a la enfermedad, en una proporción de tres a uno.
Soluciones, No milagros
Ante la sospecha de que el perro puede estar cayendo en una crisis depresiva, lo recomendable será acudir a un especialista. Es importante señalar que más de un amo ha acudido con su perro a la consulta del psicólogo esperando que, al día siguiente, su peludo amigo se soltara la melena y le premiara con un zapateado. No se trata de esperar milagros, pero si de ayudar al perro a buscar una solución para recuperar su equilibrio emocional. Según Eugenio Velilla: “Para lograr un buen diagnóstico, es absolutamente necesario que el especialista observe al perro en su entorno habitual. Por lo general, se efectúan dos visitas de unos noventa minutos de duración. Después se pide la colaboración de la familia para iniciar el tratamiento oportuno”.
De hecho, la depresión en los perros es muy fácil de solucionar si se dispone de los medios adecuados. No suele ser necesaria la administración de fármacos, ya que las depresiones suelen ser estados transitorios, con la ventaja de que, frente a las humanas, las caninas carecen de contenido cognitivo (capacidad de pensamiento).
En cualquier caso, los mejores “antídotos” contra la depresión son:

Mantener vivo el contacto con el perro y la actividad, Ambos factores favorecen el equilibrio psíquico del animal. No obstante, si no se le puede dedicar todo el tiempo deseado, convendrá ayudarle a sobrellevar la soledad estimulándole con música durante las ausencias, y nada más fácil que dejar la radio o la televisión encendida para que se entretenga. De todos modos, no hay que olvidar que cualquier perro prefiere el afecto, la relación directa con su propietario y la seguridad de su líder, a la libertad de vivir bajo su indiferencia o, lo que es lo mismo, al inmutismo afectivo.
Las Depresiones Son Amigas de…
Situaciones de aburrimiento: Sin nada con qué estimular al perro, la inactividad mental puede desencadenar en un estado de apatía y letargo psicológico.
Reclusiones solitarias: El ladrido, si es especialmente rítmico, es una de las manifestaciones más comunes de la frustración.
Familias desorganizadas: Ante un desorden doméstico, no es recomendable la compañía canina; la ausencia de hábitos en la vida del perro, además de producirle un desajuste funcional, podría provocar un desastre psicológico.
Ansias de compañía: Los perros llegarán a alterar su comportamiento si se les deja solos demasiado tiempo, incluso desarrollando comportamientos neuróticos.
Falta de afecto: Una disminución en la dosis de afectividad será, sin duda, traumática para cualquier perro.